Oporto | Portugal
Hay almas que se encariñan de lo ruinoso, de la dejadez lánguida, de la ruina; suelen ser amantes de la belleza franca, románticos y lunáticos, paseantes que creen en los fantasmas, en aventuras del destino. Para ellos, Oporto es una joya. Para todos, Oporto, ciudad de caminantes, es el destino ideal para escapar aunque solo sea un fin de semana. Tiempo suficiente para disfrutar de las gaviotas, los azulejos, la luz atlántica de la tarde, la colada tendida, el gesto encorvado de sus viejos, la airosa decadencia que lucen algunas ventanas desportilladas y algunos edificios de carácter británico desconchados.
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Algunas ruinas de Oporto |
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Silueta de Oporto con gaviota |
Ser considerada la segunda ciudad de Portugal es una descortesía a su frágil belleza; sólo hay que ver cómo atardece sobre sus tejados, mientras vuelan bajos los aviones que llegan al aeropuerto, o acudir a ver cómo se van encendiendo las luces de las cavas en Vila Nova de Gaia, cómodamente desde una terraza de La Ribeira, para comprender que Oporto concentra tan bien como Lisboa, o quizá, mejor, esa esencia melancólica de la saudade portuguesa que un buen hombre como Pessoa ayudó a internacionalizar en la tradición de la añoranza universal.
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Panorámica de Oporto |
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Los pasos dados en Oporto |
1.Comer bifanas
Oporto es callejera y como tal come. Quizás por ello tenga, a parte de las famosas
tripas al estilo de porto, plato que, por otra parte, dan nombre a los habitantes de la ciudad,
los tripeiros, otros bocados que se pueden compartir en la barra de un bar, charlando con alguien sobre el paso del tiempo y otras filosofías populares.
Las bifanas son una clara muestra; pequeños bocadillos,
montaditos de carne de cerdo con una salsa muy picante, de esas que te ofrecen la excusa perfecta para tomarte un par de cervezas nacionales bien frías, una Sagres o una Super Bock
¿Su precio? Desde un euro a tres y un rato de conversación. Las mejores
las puedes comer en el Conga, en Rua do Bonjardim, 314, el antiguo y conocido bar que cocina las bifanas a pie de calle, no paran, deben hacer miles al día, está muy concurrido a la hora de comer o a media tarde.
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Comiendo bifamas en la barra del Conga |
2.Librería Lello
Todas las librerías deberían ser Patrimonio de la Humanidad. Pero si además, resulta que es una de las librerías más bellas del mundo, aún con más razón. La librería Lello sirvió de fuente de inspiración para la saga de Harry Potter; su creadora, J.K Rowling, se dejó embargar por la escalera de madera y sus altas estanterías llenas de libros para crear un ambiente de magia acorde al personaje. La encontrarás cerca de la icónica Torre de los Clérigos y su fachada con motivos modernistas y neogóticos sirve de faro para encontrarla. Parece mentira que tanta belleza aún sobreviva al asedio de tantas visitas.
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Fachada librería Lello
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3.Catas de vino
Uno de los vinos más famosos del mundo envejece en barricas de roble en la ribera del río Duero, en las múltiples bodegas que se esparcen por Vila Nova de Gaia y que se pueden visitar. Ofrecen catas de sus diversas tipologías: Ruby, intenso granate; Vintage, embotellado dos o tres años después de la vendimia; el Tawny, de color marrón dorado. Toda una riqueza de sabor que se puede maridar tanto con acompañamiento dulce como salado.
Puedes hacer una cata en alguna de las bodegas más populares:
Bodegas Sandeman, con su logotipo que parece un superhéroe de Norma Cómics; Bodegas Ramos Pinto, toda una institución en el mercado de vinos de oporto desde 1880, o sólo por citar las más conocidas, bodegas Ferreira, Calem, Offley, Croft o Graham’s. Puedes ir por libre o bien comprar alguno de los
tickets que hay para visitar las bodegas.
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Ruta de las cavas de Oporto |
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una de las famosas cavas de Oporto |
4.Vistas sobre Oporto
Oporto juega con el visitante a mostrarse y a ocultarse, un veo-veo urbano y coqueto. Hay muchos lugares desde los que contemplar la ciudad: Puedes dirigirte a La Ribeira y cruzar el Puente de Luis I con esa estética tan peculiar que parece que recorres horizontalmente la Torre Eiffel. También puedes ver como el atardecer dora los tejados de Oporto mientras las gaviotas anidan, desde el mirador de la Catedral de Sé de Oporto. Pero sin duda, la vista de pájaro la disfrutarás si montas en el teleférico, un cable de modernidad que cruza las cubiertas de las antiguas bodegas que cuidan la riqueza vinícola de la ciudad.
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Vistas desde el teleférico |
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Panorámica nocturna de Oporto |
5. Mercado de Bolaho
El Mercado central de Oporto a pesar de su decadencia, de que se cae a trozos y hoy en día se encuentran sus dos niveles reforzados con andamios, es una de las zonas más concurridas y animadas de la ciudad. Un trasiego de señoras y señores que acuden a realizar la compra del día por sus pasillos, donde aún se escuchan los ecos de las animadas verbenas de las dependientas de antaño. Por cómo compra y el qué conocerás un lugar, el Mercado de Bolaho, en su decadencia, muestra más que cualquier museo, la vida diaria y popular.
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Señoras en el mercado de Oporto |
6. Un poco de Historia y tiempo
Todas las estaciones de tren son perfectas para ver pasar el tiempo; los andenes son relojes de un tiempo íntimo, son compendios de añoranzas y sueños. Del paso del tiempo sabe mucho la Estación de Sao Bento. Y no es para menos, en sus más de 20.000 mosaicos está toda la Historia de Portugal.
Se encuentra en la Praça de Almeida Garrett, justo en el punto donde confluyen Rua dos Clérigos y Rua 31 de Janeiro. El señorial edificio neoclásico da paso a un amplio hall, iluminado por las grandes vitrinas de la fachada, donde se encuentran los famosos azulejos del pintor Jorge Colaçao. Un visible reloj marca el camino a los andenes, por aquello de que el viajero no se distraiga en la contemplación y pierda el último tren que le ha de llevar a su destino.
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Mosaicos en Estación Sao Bento |
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Azulejos llenos de atención |
7. Tomar un café
El café en Portugal siempre sabe bien. Es un placer que se sigue cuidando, una cultura que resiste a las franquicias mundiales, un arte que queda patente en el vocabulario que se emplea: un café en Lisboa, por ejemplo, se llama bica; pero en Oporto es un cimbalino. Puede ser abatanado, pingado, garoto, escaldado… Pero lo que sí ha de ser es servido sobre una de las lustrosas mesas del Café Majestic, y a poder ser, acompañado por un pasteis de nata de la tierra.
El café Majestic, situado en la comercial y animada Rua Santa catarina, es un imprescindible de toda visita a Oporto. Entrar en él es traspasar la barrera del tiempo y dar de frente con la belle époque, con una fantasía art decó de ángeles con carrillos de madera, espejos con marcos de madera noble floreada y sobres de mármol ¿Cómo no disfrutar aquí del buen placer de un cimbalino en taza de porcelana?
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Café Majestic |
8. Callejear
Oporto es una ciudad de esas que deben ser caminadas; cualquiera de sus avenidas, calles y plazas son un destino dentro de la misma ciudad. Pero, quizá, es el Centro Histórico, Patrimonio de la Humanidad, la zona más bella de caminar, la que mejor encierra la esencia de Oporto.
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Centro Histórico de Oporto |
Dejando atrás la Catedral y ”las verdades”, hay que tomar el descenso de la Escada do Barredo, mejor bajar con las vistas del Duero que subir sufriendo. La escalera serpentea por entre casas cubistas que se sobreponen unas contra otras, de color amarillo y que tienen como apéndice, todas, su ropa tendida, su lavadero de mano, aquellos que lavan frotando la ropa contra una piedra, sus macetas, algún gato remolón, algún vecino que te mira mientras fotografías lo que el considera su cotidianidad.
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Escadas do Barredo en Oporto |
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Paseando por Oporto |
9. Entrar en una Iglesia
La románica, fuerte y maciza, Catedral de la Sé tiene una fachada barroca y encierra en su interior un tesoro gótico. Todos los niveles históricos de la ciudad están a la vista, y es que Oporto no sabe, o no quiere, ocultar nada su real vida, aquella historia en pequeño y minúscula, que hizo de ella lo que es hoy en día.
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Catedral de la Sé |
El tesoro gótico tiene forma de un claustro en el que los azulejos juegan a perfectos claroscuros de sombras azuladas según el capricho del sol y los ángulos que le muestran sus arcos.
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Claustro de la Catedral de Oporto |
La entrada a la Catedral es gratuita; pero si quieres disfrutar de su claustro te costará 3 € que te permiten, igualmente acceder a la Casa do Cabildo, donde se guardan todos los tesoros que orfebres artísticos elaboraron.
Si la Catedral de Oporto es un imprescindible del arte sacro, no es menos La Iglesia dos clérigos y su torre granítica, uno de los iconos más fotografiados y representativos de la ciudad, la torre más alta de Portugal, que cuenta la leyenda que padre e hijo, artistas de circo, la subieron escalándola sin artificio más que sus manos. No resulta una hazaña pequeña, pues resulta que la Torre dos Clérigos asciende un total de 76 metros de altura.
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Torre dos Clérigos de Oporto |
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Vistas desde la Torre dos Clérigos |
Al igual que ocurre con la Catedral, el acceso a la Iglesia dos Clérigos es gratuito; pero si quieres ascender los más de 200 escalones en pos de unas vistas sobre los tejados de Oporto, de la Torre, tendrás que pagar 2 €.
10. Descansar
Toda ciudad para ser andada debe, primero, saber mostrarse fácil en el descanso. Oporto, aunque no lo parezca por todas sus subidas y bajadas, sabe mucho del arte del descansar. El Barrio de Ribeira es una clara muestra. Pocos lugares mejores para ir viendo como el sol se va poniendo y cede su espacio a la noche y con ella a todas las luces, naturales, esas estrellas o la luna, mejor llena y reflejada en el Duero, o artificiales, en la otra ribera, donde están las cavas que anuncian como si fueran teatros sus espectaculares vinos.
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Letreros luminosos en Vila Nova de Gaia |
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Atardecer en el Duero |
La Ribeira con sus famosas casas enfrentadas al río, coloridas y algo británicas, es un lugar estupendo para descansar, paseando relajadamente mientras las gaviotas pintan de acrobacias el crepúsculo, o, bien, sentados en alguna de sus muchas terrazas animadas en charlas por turistas y “tripeiros”.
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Nocturno de gaviotas en Oporto |