Pocos lugares como Normandía donde gastronomía, literatura y paisaje estén tan unidos.
Normandía sabe a ostras, o lo que es lo mismo, a mar; pero también a pasión descontrolada, la de Enma Bovary, el personaje de Gustave Flaubert, y a prados verdes y a buena carne y a esponjosos postres que despiertan la memoria, la de Proust. Viajar a Normandía es hacerlo a través de la mirada, el sabor y las letras.
Os hemos confeccionado un menú que no sólo se come, también se visita, se siente y se lee.
- De primero, ostras
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Ostras de Normandía |
El bocado más glamuroso de la literatura es el de las ostras. Siempre han estado presentes en las mesas de la alta sociedad, pero también en las más populares. Normandía es un ejemplo. Simone de Beauvoir junto a Sartre, dónde acaba él y dónde empieza ella, como igualmente el Hemingway más francés, nos enseñan el placer de las ostras en sus libros. Simone de Beauvoir, que conocía bien Normandia, no obstante, pasó algún tiempo en Rouen, las comía con Sartre: “Abandonábamos nuestros boliches por restaurantes más fastuoso (…) O íbamos a las hosterías que frecuentaban los ricos del lugar”.
Ouistreham, en la Baja Normandía, departamento de Calvados, es un pequeño municipio costero pegado al Atlántico, famoso por las ostras, ya su nombre parece indicarlo… Hay numerosos locales donde poder saborear la ostra normanda de criadero. Conviene no olvidar que su calidad se basa en una escala numérica, en proporción a su tamaño, y, como no, también dineraria: Las ostras clasificadas con el número tres son las estándar; las número dos son algo mayores y más baratas, mientras que las número cuatro son más pequeñas y mejores.
No puedes perderte el mercado que hay justo en su puerto: Todo tipo de pescado, marisco, mejillones y ostras, expuesto en mesas, en conjunto, como ramilletes bellos de sabores a mar, conchas, raspas y espinas exquisitas.
- De segundo, embutidos, ahumados y pato
Hay personajes que acaban engullendo a sus creadores y se confunden con él. Dicen que un conocido de un conocido próximo a Flaubert escuchó como alguien cercano al escritor dijo que una vez creyó escuchar cómo éste dijo que “Madame Bovary c’est moi”.
Parece ser que Flaubert se basó en una noticia trágica acerca de Delphine Delamare, que leyó en un diario local. Los personajes reales en los que se basó convivieron, según dicen sus habitantes, en Ry, una población de la Alta Normandía, rodeada de campos, agrícola y bucólica, pero estrecha, como todos los lugares pequeños, para pasiones abrasadoras como la que se desarrolla en Madame Bovary.
Lo que es seguro es que dan buena cuenta del rumor e incluso hay un restaurante donde puedes degustar el menú de Enma Bovary, basado en Carpaccio, foie gras, quesos, filet de canard y otras pecaminosas degustaciones.
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El Restaurante de Madame Bovary |
Después del ágape no olvides visitar las tumbas de los amantes trágicos y pasear por entre las casas medievales del pueblo.
- De postre, magdalena
La memoria no empieza en el cerebro, si no en el paladar. Pero para que se dé la chispa del recuerdo hace falta, igualmente, un espacio adecuado: La costa normanda de Balbec es perfecta. Sus vaporosas playas, llenas de espejismos, con su fina arena mojada a modo de espejo donde se refleja el cielo, son uno de los territorios donde mejor se da la contemplación. No es de extrañar que Proust las recorriera en vida y en memoria, que es “En busca del tiempo perdido”.
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La magdalena de Proust |
Si el viajero quiere saborear la memoria, la mejor localidad es, sin duda, la de Cabourg, denominación de origen, podríamos decir, de la famosa magdalena de Proust, que se ha convertido en llave universal al recuerdo. Todo un escenario burgués de playa y jardines y como reclamo diferentes pasajes que retrató Proust mientras se hospedaba en Le Gran Hotel, magnífico edificio situado en el paseo de la localidad, orientado en una de sus fachadas al mar, y que aún conserva el estilo de un tiempo que ya pasó y fue digerido, pero que aún gusta saborear.
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El hotel donde dormía Proust |